Los cuatro grados de esta mañana nos hacían
recordar que, casi sin darnos cuenta, estamos escasamente a una semana de los
rigores de diciembre; también el Jálama lucía esa característica nube como una
chapela de aguanieve que circunda su cumbre a modo de pequeño Kilimanjaro,
vigilando altivo toda la Sierra de Gata. El punto de reunión era la ancestral
Plaza de los Toros de Moraleja, esa médula de celebraciones festivas y eventos
varios desde hace muchas generaciones. Saludos y caras alegres, hoy toca paseo.
Y el destino, el cercano paraje agreste del Chorreón.

Pero antes merece la pena circundar la
población tomando como guía el curso de la Rivera de Gata, cuyas márgenes ya
hace semanas que están cubiertas con la alfombra verde de la otoñada. No solo
se conoce una localidad al transitar por sus calles céntricas o animadas
avenidas: la idiosincrasia y el sabor de un pueblo reside también en los
arrabales, con sus huertas, veredas y establos, con sus sonidos, sus aromas y
los paisajes que se irradian hacia los cuatro puntos cardinales. Abandonamos el
bello paseo fluvial moralejano, una de las mejores obras de urbanismo con
respeto al medio ambiente llevadas a cabo en los últimos años, y nos
encaminamos hacia poniente en busca de nuestro objetivo Bajo el palio amenazante de unas oscuras
nubes, llegamos por la dehesa (hoy nos han plantado las grullas, de las que
solo alcanzamos a ver alguna sonora bandada) al lugar del Chorrerón, nombre con
el que se define un inusual corte del terreno en este espacio hasta aquí fundamentalmente
llano por el que discurre ya encrespado el Arroyo de la Patana, uno de los
muchos que nacen en la

falda del monte Soberal, cercano al Borbollón y que
vierten al Árrago. Ya en esta época, cuando recoge las lluvias y los sobrantes
de los campos, forma una espectacular cascada, principal atractivo del paraje.
En su día se realizó una importante inversión pública para dotar al enclave de
edificaciones y servicios acordes con el entorno que conformaran una sugestiva
zona de esparcimiento y acampada: rehabilitación del viejo puente y molino, cafetería,
servicios públicos, cabañas circulares… pero en este caso estamos ante una
lamentable muestra de déficit de gestión, pues el abandono y el vandalismo han
venido a demostrar que de nada vale el empleo de caudales públicos, si no van
acompañados de estudios previos de viabilidad o programas de uso que
justifiquen la inversión.

Aparecen los chubasqueros y los paraguas.
Gajes del oficio de senderista. Regreso por el cordel de la dehesa con Monteviejo a la vista hasta
abordar Moraleja por el flanco sur.
Caras alegres, foto de familia y, ahora, despedidas. Es hora de comer y
nos veremos en la próxima.
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