miércoles, 6 de noviembre de 2019

La Travesía


     Decía Mahatama Gandhi que “nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”. Pues con ese ánimo de victoria incierta, como un equipo que se enfrenta a una difícil eliminatoria, emprendimos el pasado día 3 de noviembre la marcha por las empinadas calles de Villamiel, recién despojadas de sombras por la lozana irrupción de la amanecida. Los retos tienen un componente mental muy significativo, y ese hálito de superación iba poco a poco anidando en nuestros ánimos: “¿podré con los amenazantes  32 Km. que figuran en el programa de la ruta?”


   Pero pronto el panorama visual que se nos ofrecía eclipsaba esas componendas mentales: es el momento de los sentidos, y el otoño se va  adueñado de la Sierra con sus mantos ocres, como queriendo envolver el paisaje para mejor preservarlo de los futuros rigores invernales. El cielo está encapotado, pero tan solo una suave lluvia de hojas de roble acaricia nuestro serpenteante tránsito por los senderos ascendentes se la serranía antes de convertirse en mullida alfombra a nuestro paso. El grupo se estira, las conversaciones cesan para no interferir en el ardor físico que requiere la subida; esto hace que en algunos tramos se camine solo, con la única compañía de la inmensidad natural. Y entonces me acuerdo de Jesús, que hoy sigue atentamente nuestra ruta desde otro sitio más transcendente, allá donde los caminantes experimentados han encontrado un glorioso final que, sin embargo, sigue siendo inmortal por el recuerdo indestructible de todos quienes sentimos orgullo de caminar a su lado.


   Y entramos en los dominios sacros del padre Jálama que, como siempre, nos recibe con el azote inmisericorde del viento, esa atávica penitencia por profanar sus ancestrales feudos.  Nos vamos aproximando al Km. 19, donde se decide o no la continuidad; como decía Gandhi, el esfuerzo hasta aquí ya ha recompensado sobradamente nuestra expectativa. Quienes continuamos, lo hacemos con ese contradictorio pero placentero desasosiego de quien sabe que no hay macha atrás. Ya hay que llegar hasta el final, superando las últimas pruebas a las que nos somete la sinuosa orografía serragatina. Helechos gigantes parecen hacernos transitar por un extinto bosque de la Era Terciaria, y cuando coronamos el Puerto de Castilla, ya con la callada protesta de nuestras piernas,  nos embarga el mismo sentimiento que al acceder al Monte do Gozo, pues pronto los tejados de Gata emularán sin complejos a las sublimadas torres compostelanas. Hemos llegado. En este caso, ha habido esfuerzo, pero también resultado.
La vida moderna, muchas veces anodina y con escasos alicientes, no ofrece muchas oportunidades de superación. Por eso, gracias, ADEMOXA.
Imágenes: Fernando Cordero

No hay comentarios:

Publicar un comentario