domingo, 29 de noviembre de 2015

Alfonso onceno. Navezuelas-Guadalupe



Hoy se veía el grupo más menguado que en otras ocasiones; tal vez el perfil de la ruta y la lejanía al punto de inicio (dos horas largas de autobús Moraleja-Navezuelas) hicieron desistir a algunos habituales participantes. Pero recorrer media provincia antes de ejercitar las piernas también es un sugestivo entrante para el plato fuerte de la jornada: no en vano hemos visto las primeras luces del alba rasgar la niebla pertinaz a nuestro paso por el valle del Tiétar y el Campo Arañuelo para dejar al descubierto las primeras heladas. Los Ibores nos han ido también mostrando visualmente el aperitivo montañoso que después habríamos de saborear con músculo; las erizadas crestas de la cordillera apalachense y el roquedal imponente del castillo de Cabañas no hacían más que estimular nuestro ánimo senderista en una jornada que ya se vislumbra espléndida climatológicamente.

     Del rey Alfonso XI de Castilla el Justiciero se decía “é fue este rey Don Alfonso no muy grande de cuerpo; mas de buen talle, é de buena fuerza, é blanco, é rubio, é franco, é esforzado, é venturoso en guerras”. En su época (siglo XIV) solo existía en Guadalupe una ruinosa y pequeña iglesia; el rey Alfonso  onceno, que subió al trono con 15 años,  mandó agrandarla y ampliarla para que se trasformara en un templo digno de la devoción de la Virgen de Guadalupe, con el añadido de hospitales para los numerosos peregrinos.
En las escasas épocas que la guerra contra el moro se lo permitía, gustaba de recorrer estos abruptos montes y cazar osos en ellos. Murió en Gibraltar víctima de la peste a la edad de 39 años. Siete siglos después, hoy le hemos rendido homenaje un grupo de 37 valientes, transitando con orgullo por los bosques y robledales que tanto amó el rey justiciero, quien venía a postrarse ante la Virgen tras el éxito en sus batallas.
     Nada más bajar del autobús, nos ha puesto a prueba la subida desde Navezuelas hasta el collado de la pariera,  cota 1.240 m.: la fresca temperatura ambiente se ha visto anulada de inmediato por nuestras crecientes pulsaciones y calor corporal. Ya estamos inmersos en el panorama asombroso de plegamientos de época paleozoica, vislumbrando desde el alto este sistema de sierras y valles alineados en dirección noroeste-sureste de magnífica belleza.
Ahora toca bajar al fondo del valle por el que discurre el río Viejas, como si nos sepultáramos entre las hojas de un imponente libro de cordilleras, el libro donde está escrita la evolución de la Tierra en los últimos trescientos millones de años. Sin ser del todo conscientes del privilegio que supone transitar por este geoparque recientemente encumbrado a patrimonio mundial por la Unesco, inspiramos el abundante oxígeno que proviene de robles y castaños en retirada hacia sus cuarteles de invierno.
Toca una nueva y sinuosa subida hasta el cerro de las arenas, a la sombra de los 1.601m del pico Villuercas que nos vigila a dos tiros de fusil. Desde aquí se domina ya el nuevo valle del río Ibor y es la antesala del esperado momento del descanso: el aroma montaraz de la jara y el tomillo se hermana con el del chorizo y tortilla de patatas en una deliciosa mistura; las botas de vino inician su alegre periplo de boca en boca. Estamos contentos. Ya es bajada.
     Y pronto, Guadalupe. El templo-castillo que nunca vio Alfonso el onceno escolta en el horizonte nuestra marcha y se agranda majestuoso protegido por la puebla a medida que nos aproximamos. Hemos llegado, mitad senderistas, mitad peregrinos. Muchos visitamos a la Patrona. Cervecitas.
Foto de familia amparados por la grandiosa fachada del Monasterio. Alguna que otra morcilla guadalupense se aloja en nuestros agradecidos estómagos como digno colofón de una espléndida jornada que nos ha hecho enorgullecernos de habitar en una tierra que ofrece tantas y tan bellas posibilidades de disfrute en común: Extremadura.



4 comentarios:

  1. ¡una narrativa atractiva y detalista que invita a no perderse la próxima marcha!

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    1. Pues la próxima del Jálama me la pierdo... Habrá más. Un saludo.

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  2. No hay más y mejores palabras.
    Juan Carlos García García. Un saludo.

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    1. Gracias Juan Carlos. La inspiración proviene de la propia belleza de la ruta. Lo pasé genial. Un saludo.

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